El impacto de la pandemia de COVID-19 ha superado todas las hipótesis imaginables. La crisis mundial avanza con rapidez y cambia continuamente, forzando así a las personas a adaptarse y a abrirse paso en medio de una incertidumbre inaudita. Cada generación se enfrenta a fenómenos que sacuden sus conciencias y obligan a abandonar los terrenos más familiares. Este impacto es suficiente para una vida entera, para las
AMÉRICA DEL NORTE/ MÉXICO
Las consecuencias de la pandemia
Las mujeres de la pesca artesanal de México son protagonistas de la seguridad alimentaria y el bienestar de sus comunidades durante la pandemia de COVID-19
Por Inés López-Ercilla (ilopez@cobi.org.mx) Comunidad y Biodiversidad AC. Guaymas, Sonora, México; Jorge Torre (jtorre@cobi.org.mx), director general de COBI, México, Neyra Solano, (nsolano@cobi.org.mx) especialista en igualdad de género, COBI, México y Francisco Fernández (ffernandez@cobi.org.mx), catalizador de cambio, COBI, México
El impacto de la pandemia de COVID-19 ha superado todas las hipótesis imaginables. La crisis mundial avanza con rapidez y cambia continuamente, forzando así a las personas a adaptarse y a abrirse paso en medio de una incertidumbre inaudita. Cada generación se enfrenta a fenómenos que sacuden sus conciencias y obligan a abandonar los terrenos más familiares. Este impacto es suficiente para una vida entera, para las generaciones actuales y las futuras. Otras crisis han afectado a la pesca con anterioridad, algunas de alcance mundial (el cambio climático), otras regional (la sobrepesca), incluso local (la pesca ilegal, la pobreza, la falta de herramientas de gestión, la falta de fiscalización), por no citar más que unas cuantas. Sin embargo, el impacto de la actual pandemia eclipsa a todas las anteriores en escala e intensidad.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) indica que el pescado y el marisco representan el 20% de la ingesta media de proteínas animales para casi la mitad de la población mundial, alcanzando hasta el 50% en países como Bangladesh, Camboya, Ghana o Sri Lanka, así que ocupan un lugar destacado en la seguridad alimentaria global. Es más, la producción pesquera da empleo a unos 60 millones de trabajadores, de los que el 86% vive en Asia, África y América Latina. Mientras la población mundial se acerca a los 8.000 millones de habitantes, nos enfrentamos al hecho de que aumenta también el número de personas que sufren de desnutrición y malnutrición. ¿Qué les está pasando a estas personas con la COVID-19? ¿Son capaces de satisfacer sus necesidades nutricionales en un mundo confinado? ¿Qué hacen las mujeres para garantizar la seguridad alimentaria?
México es un país que exporta pescado, ocupando la 13ª posición entre los mayores productores mundiales, y tiene unos 170.000 pescadores en la pesca artesanal de bajura, según las estadísticas oficiales. Se calcula que solo el 8% de los pescadores son mujeres, lo que probablemente sea una infravaloración de las cifras reales: se sabe que existen importantes lagunas en los datos y un sesgo de género en las estadísticas, ya que solo recogen al personal que se dedica a la captura. Además apenas existen estudios centrados en el papel de la mujer en la toma de decisiones. Por ejemplo, en la Isla Natividad, en el Pacífico mexicano, solo el 9,1% de los altos cargos de la pesca industrial están ocupados por mujeres. Si se analiza la totalidad de las cadenas de valor de la pesca de México, el número asciende hasta una proporción de una mujer por cada cinco hombres, equivalente al 20%.
En abril de 2020, Comunidad y Biodiversidad AC (COBI), formuló y llevó a cabo un sondeo para entender la forma en que el coronavirus está afectando la pesca artesanal en México. Se entrevistó a un promedio de 194 personas al mes desde ese momento (entre 93 y 241), pertenecientes a 88 organizaciones de pesca, abarcando el 70% de los estados costeros del país y 20 pesquerías diferentes. La participación femenina osciló entre 27 y 37%. Se recogieron los impactos socioeconómicos más tempranos: el 89% de los entrevistados manifestaron haber sufrido el impacto del cierre de los mercados y reducción de precios entre el 30 y el 60%, según la pesquería de que se tratase. Los que siguieron pescando declararon haber notado una reducción de las capturas entre el 30 y el 80%. Los mercados mostraban una preferencia por los alimentos enlatados o transformados durante el período, una tendencia que va de la mano con las medidas de confinamiento que llevaron a la histeria del acaparamiento de alimentos. El 29% de los entrevistados achacaron estos fenómenos a la pandemia, aunque también a que el pescado y el marisco transformados aumentan la confianza del consumidor en el producto. El papel de la mujer en la posproducción ha sido clave para mantener los ingresos familiares. Pero con las escuelas cerradas, y una mayor carga de responsabilidades familiares exclusivamente asumidas por la mujer, la continuidad de su participación en las actividades poscosecha supone alargar la jornada laboral de unas mujeres que ya se encontraban al límite de sus fuerzas. Cuando un miembro de la familia cae enfermo, se produce el mismo fenómeno: suelen ser las mujeres (hijas, madres, hermanas) las que asumen la responsabilidad de atenderle. Las mujeres del sector pesquero cargan con un peso triple en la división sexual del trabajo, amén de una proporción exagerada de los efectos del coronavirus.
Ante la pandemia, la FAO también ha señalado que las mujeres acusan más el impacto de la COVID-19 en todos los sectores económicos, incluida la pesca, ya que reduce drásticamente su trabajo y sus ingresos. Las vendedoras de pescado se exponen a contraer la enfermedad, ya que los mercados son centros hacinados con escasas medidas de higiene o equipos de protección personal, y también porque los trabajadores de los mercados no tienen acceso directo a cuidados médicos. Entre las 56 mujeres entrevistadas por COBI en junio de 2020, aproximadamente una tercera parte (el 31%) reconocía no estar afiliada a ningún régimen de atención médica. Otra tercera parte (31%) de las mujeres declararon tener acceso a los servicios de seguridad social, pero aclararon que ellas no eran las titulares de la tarjeta sanitaria, sino que figuraban como beneficiarias en la del marido.
Por si fuera poco, con algunas excepciones (las que son titulares de permisos de pesca), la mayor parte de las mujeres no figuran como pescadoras en las estadísticas nacionales. Por ello no tienen el mismo acceso que los hombres a las prestaciones de la protección social que los gobiernos ofrecieron para compensar la crisis del brote de coronavirus. Esto es especialmente cierto para los que no cuentan con el apoyo de ninguna organización de pesca. Por ejemplo, en México el gobierno extendió el alcance de los subsidios BIENPESCA al sector, el único apoyo prestado a los pescadores en este período, bajo la forma de un pago único en mayo o junio, de unos 325 dólares. Las autoridades manifestaron que el 21% del subsidio iría a las mujeres, de una lista de 193.200 beneficiarios. Esta habría sido la primera vez en que se iba a otorgar el subsidio a las mujeres involucradas en diferentes actividades de la cadena de valor. Sin embargo, las entrevistas que realizamos en mayo no indicaban que el pago hubiese tenido lugar. En una muestra de 241 personas de 64 comunidades pesqueras, no encontramos ni una sola mujer que hubiese recibido la ayuda hasta ese momento, aunque es cierto que todavía no se habían terminado los pagos y que este dato puede haber cambiado desde entonces. En las entrevistas, los pescadores comunicaban que había diferencias entre hombres y mujeres en el reparto de los estímulos económicos de la pesca, como consecuencia del escaso número de mujeres registradas en las listas oficiales. Un pescador manifestaba que “el gobierno está ayudando con paquetes de alimentos durante la pandemia. Pero mi esposa intentó recibir el paquete de estímulo financiero para el sector pesquero a través de su cooperativa, y siempre se ha quedado fuera”. Otra pescadora declaraba que “las ayudas financieras son para nuestros maridos”.
Los cambios en la dinámica intrafamiliar por el confinamiento también han afectado la salud de las mujeres y el bienestar general de las comunidades. El aumento de la violencia doméstica contra las mujeres ha obligado al gobierno a tratar este problema. Actualmente la radio divulga mensajes que recomiendan a las mujeres tener siempre preparada una bolsa de emergencia y acceso a una red de apoyo (una amiga o pariente) para caso de peligro. Además en muchos estados se ha limitado o prohibido la venta de alcohol, una iniciativa de “ley seca” para prevenir la violencia doméstica que surge con el consumo de alcohol. A pesar de todo ello, durante el confinamiento se ha registrado un aumento en el consumo de bebidas alcohólicas. Pero el aumento de los precios del alcohol, la escasez de productos básicos, las prohibiciones, acompañados de la angustia, el bajo nivel de tolerancia a la frustración, el desempleo y el confinamiento han avivado la violencia machista. Esta combinación ha producido un aumento en las llamadas de emergencia por violencia doméstica registradas por el Instituto Nacional de la Mujer (INMujeres), cuya capacidad de respuesta se ha visto superada por la pandemia, y que se enfrenta a una grave escasez de presupuesto para desenvolver sus proyectos.
Es interesante observar que algunas mujeres han hecho gala de una gran capacidad de adaptación y espíritu de iniciativa en las comunidades pesqueras mexicanas, con acciones colectivas. Por ejemplo, una cooperativa de pesca de la costa caribeña del país empezó a practicar la venta puerta a puerta de pescado y marisco, para permitir que la cooperativa mantuviese al menos unos ingresos mínimos durante la pandemia. Uno de los miembros de la cooperativa, que trabajaba como técnico, se encargó de organizar la logística, utilizando plataformas ya existentes, como la página Facebook, de forma original, lo que permitió incrementar las ventas. Así se mejoró la seguridad alimentaria, al suministrar proteínas animales de calidad a familias necesitadas. Además, el precio del pescado en filetes se redujo, ya que saltaba a la vista que las familias de la zona no podrían permitirse los precios normales, puesto que con los hoteles y restaurantes cerrados el turismo había dejado a todos sin trabajo.
Durante las entrevistas observamos contribuciones iguales de hombres y mujeres a la hora de encontrar estrategias y soluciones adaptativas e innovadoras. Las mujeres de las comunidades pesqueras desenvuelven actividades alternativas para estabilizar sus ingresos. Puede tratarse de preparación y venta de alimentos (46%), limpieza e higienización de locales y ropa (14%), venta de productos generales como maquillaje, bisutería o ropa (12%), así como preparación de equipos de protección personal (EPI) contra la COVID-19, artesanía o actividades de conservación natural.
Las mujeres son tradicionalmente invisibles y están arrinconadas e infrarrepresentadas en la pesca en el mundo entero, aunque su papel en la seguridad alimentaria es de lo más destacado. Desgraciadamente, la pandemia no ha hecho sino exacerbar esa situación, profundizando la brecha de género en la pesca. Una entrevistada comentó que la solución sería un liderazgo con mayor diversidad de género, ya que “hemos leído que los países liderados por mujeres están saliendo más rápido de la crisis”. La mujer tiene una gran capacidad de adaptación y probablemente desempeñe un papel destacado en el camino hacia la nueva normalidad. Así que habrá que darle más oportunidades de participar en los foros de toma de decisiones, y lograr que sus ideas se escuchen y se tengan en cuenta a fin de reforzar la resiliencia de las comunidades frente a la crisis actual.
Mujeres recogiendo almeja en el golfo de California, México. Con algunas excepciones (las que son titulares de permisos de pesca), la mayor parte de las mujeres no figuran como pescadoras en las estadísticas nacionales. Por ello no tienen el mismo acceso que los hombres a las prestaciones de la protección social que los gobiernos ofrecieron para compensar la crisis del coronavirus.
Las mujeres son tradicionalmente invisibles y están arrinconadas e infrarrepresentadas en la pesca en el mundo entero, aunque su papel en la seguridad alimentaria es de lo más destacado.