Réplica / MSC
Modificad los principios y criterios
Ésta es una réplica a un artículo sobre el Consejo de Manejo Marino que apareció en el Reporte SAMUDRA nº 37
Menakhem Ben-Yami (benyami@actcom.net.il), asesor se gestión pesquera y desarrollo afincado en Israel, es el autor de esta réplica.
Sin duda alguna, informar a los consumidores de productos derivados de la pesca sobre si estos productos proceden de pesquerías sostenibles no es una tarea sencilla. Cabría sorprenderse de que una organización creada precisamente con este objetivo no sea blanco de críticas.
De ahí el escaso asombro que me ha producido la condena de una u otra valoración del MSC (Consejo de Manejo Marino). No obstante, el artículo publicado originalmente en The Guardian y reproducido en la edición de marzo del Reporte SAMUDRA revela deficiencias ya graves e insinúa la pertinencia de realizar cambios en los cuadros directivos de la organización.
Hace cuatro años el MSC me invitó a una reunión de «asesores experimentados». Después de leer gran cantidad de material, de hablar con diferentes personas y de participar en los debates, escribí una serie de recomendaciones que presenté ante el consejo del MSC. Tengo la sensación de que nunca las tuvieron en cuenta. Sin embargo,...
Réplica / MSC
Modificad los principios y criterios
Ésta es una réplica a un artículo sobre el Consejo de Manejo Marino que apareció en el Reporte SAMUDRA nº 37
Menakhem Ben-Yami (benyami@actcom.net.il), asesor se gestión pesquera y desarrollo afincado en Israel, es el autor de esta réplica.
Sin duda alguna, informar a los consumidores de productos derivados de la pesca sobre si estos productos proceden de pesquerías sostenibles no es una tarea sencilla. Cabría sorprenderse de que una organización creada precisamente con este objetivo no sea blanco de críticas.
De ahí el escaso asombro que me ha producido la condena de una u otra valoración del MSC (Consejo de Manejo Marino). No obstante, el artículo publicado originalmente en The Guardian y reproducido en la edición de marzo del Reporte SAMUDRA revela deficiencias ya graves e insinúa la pertinencia de realizar cambios en los cuadros directivos de la organización.
Hace cuatro años el MSC me invitó a una reunión de «asesores experimentados». Después de leer gran cantidad de material, de hablar con diferentes personas y de participar en los debates, escribí una serie de recomendaciones que presenté ante el consejo del MSC. Tengo la sensación de que nunca las tuvieron en cuenta. Sin embargo, opino que algunas de ellas todavía no han perdido su vigencia, como corroboró la edición de marzo del Reporte SAMUDRA.
El MSC debería dar prioridad a tres temas importantes, interrelacionados entre sí, y que son: (a) imagen pública y publicidad; (b) costes y financiación de las certificaciones, y (c) principios y criterios. Huelga decir que la imagen pública y la publicidad son clave para el éxito del MSC: su imagen ante pescadores y consumidores determinará la demanda de su logo. Por lo tanto, el MSC debería reflexionar sobre la imagen pública que quiere proyectar de sí mismo. Sólo cuando se haya tomado una decisión clara en este sentido se podrá lanzar una campaña publicitaria adecuadamente concebida. Los grupos objetivo de esta campaña, especialmente los pescadores, están formados por personas que quieren respuestas muy claras. Por contra, ahora mismo, de la imagen del MSC se desprende una cierta ambigüedad.
La imagen que el MSC debería proyectar hacia la opinión pública debería responder a alguna de las siguientes características, o a su combinación:
i. Organización pública sin ánimo de lucro, orientada a la protección del medio ambiente y de los recursos pesqueros, que promueve las pesquerías gestionadas racionalmente mediante la certificación ecológica, concebida como un instrumento comercial.
ii. Una empresa «ecológica» especializada en la venta de certificaciones ecológicas que, según promete, aumentan el valor de mercado de los productos de sus clientes (e interesada en asegurarse la continuidad de este rentable negocio).
iii. La respuesta del sector pesquero y empresas afines a extravagantes ideas y campañas ecologistas que estropean la imagen de la pesca.
En la práctica el MSC probablemente conjuga las tres características; pero no hay que olvidar que la opinión pública las percibe de modo muy distinto. Así, una vez la organización haya determinado qué imagen quiere dar, debería proceder a publicitarla sin demora, independientemente de los varios enfoques y objetivos que cohabitan dentro de la organización, promovidos por sus dirigentes, empresas patrocinadoras, participantes, activistas colaboradores y clientes.
A mi parecer, una combinación bien modulada de las características (1) y (3) sería la que reportaría una mejor respuesta por parte de los clientes del MSC y de los consumidores.
Costes de la certificación
Más allá de los procedimientos en curso, no me parece conveniente dejar que el coste de la certificación y los acuerdos financieros correspondientes se negocien directamente entre los representantes de la pesquería solicitante de la certificación y de las consultorías encargadas de realizarla. Esta observación se refiere especialmente, aunque no en exclusiva, a los países de Tercer Mundo.
Una organización honesta y transparente de etiquetado ecológico debe funcionar al igual que la Justicia: no sólo debe actuar, sino que también debe conseguir que su actuación sea visible al máximo. Para muchos el procedimiento actual deja el campo libre para que las partes negociadoras puedan cerrar pactos de dudosa licitud.
Si bien la pesquería solicitante es la que asume los costes del proceso de certificación, yo propondría que todos los acuerdos financieros se suscriban entre la empresa de certificación y el MSC, que debería cobrar a los solicitantes y pagar a los consultores. Todas las partes deberían refrendar y dotar de fuerza jurídica la prohibición de relaciones financieras entre la consultora certificadora y la pesquería certificada. El MSC, que tendría el monopolio en materia de relaciones financieras, podría gestionar «descuentos» o «pagos blandos» en los casos donde se estime oportuno, particularmente en los casos de pesquerías a pequeña escala del Tercer Mundo.
En el pasado el MSC estudió la posibilidad de incorporar un enfoque especial para las pesquerías a pequeña escala de los países en desarrollo y, por consiguiente, principios y criterios adaptados a sus circunstancias. No obstante, todo quedó en agua de borrajas. En la prensa y en foros especializados se han sucedido las críticas de los principios y criterios del MSC, que se ven fuera del alcance de cualquier pesquería a pequeña escala. Los estándares actuales del MSC, aseguran sus detractores, implican el tipo de gestión y de datos que únicamente se dan en las pesquerías de países industrializados. Al adoptarlos, el MSC se convirtió en vástago de la «mala» globalización, la que favorece únicamente a los más ricos y más fuertes. En contraste, el sistema de etiquetado ecológico nórdico es flexible en aquellos casos donde faltan datos o no hay sistemas de gestión. 10 años de capturas y esfuerzo estables se consideran un indicador suficiente para calificar una pesquería de sostenible.
De esta suerte, se percibe una clara necesidad de revisar los principios y criterios de modo que den cabida a las pesquerías a pequeña escala y las pesquerías de países en desarrollo que son grandes productores pesqueros como Tailandia, Indonesia, India y China. Otra posibilidad sería la de definir principios y criterios independientes, especiales para estas pesquerías. En todo caso, estos principios y criterios deben contemplar a los trabajadores de la pesca y a sus comunidades como una parte integrante del sistema que se quiere sostener.
Certificaciones en la acuicultura
En el terreno de la acuicultura, el MSC debería promover la certificación ecológica de la producción acuícola por dos motivos principales: en primer lugar, porque la proporción de producción acuícola (incluyendo especies marinas, de lagunas y estuarios) dentro de la producción pesquera total no cesará de crecer, una circunstancia que no conviene pasar por alto. En segundo lugar, porque numerosas prácticas acuícolas han levantado una gran polémica por sus efectos en hábitats marinos y recursos silvestres y por su alta demanda de harina de pescado.
A fin de evitar una indeseable multiplicación de mecanismos y logos, todas las certificaciones de sostenibilidad deberían realizarse dentro del sistema MSC ya existente. En este sentido, esta organización no debería temer una posible o hipotética competencia comercial entre los sectores acuícola y de captura.
Además, las certificaciones ecológicas fomentarían las buenas prácticas y, por defecto, censurarían las malas. Algunas actividades acuícolas como la salmonicultura que jalona la costa oeste norteamericana o el cultivo de camarón en zonas de manglares han dado pie a una gran polémica. Por su parte, las jaulas de cultivo cercanas a las costas generan una contaminación excesiva. En esta situación, si el MSC aspira a labrarse una buena reputación y a influir en los mercados, debe dejar bien sentado que otras soluciones tecnológicas y de otros tipos son posibles y debe fomentar su aplicación. Obviamente, la certificación de producción acuícola (pescado y moluscos) también exigiría la redacción de principios y criterios específicos. Dichos principios y criterios deberían tener en cuenta niveles de toxicidad en pescado cultivado en entornos contaminados o alimentado con pienso contaminado.
Tan polémica como la acuicultura es la modificación genética de especies cultivadas. A mi juicio, allí donde no exista un marco legislativo preciso, el MSC no debería perder su imparcialidad. Aun así, donde su cultivo sea legal, sus principios y criterios deberían permitir por defecto la certificación ecológica de productos acuáticos genéticamente modificados.