EDITORIAL
Según el Informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2020 (Informe SOFI), publicado en julio, en medio del devastador impacto de la pandemia de la COVID-19, cada vez hay más personas con hambre en el mundo. El mayor riesgo de inseguridad alimentaria se da entre las personas con los niveles más bajos de ingresos y de educación, parados, enfermos, habitantes de zonas rurales, y separados o divorciados. El informe, que contiene las estadísticas más recientes y fiables sobre el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en el mundo, revela igualmente una preocupante dimensión de género en estos fenómenos: la inseguridad alimentaria moderada o grave es más frecuente entre las mujeres que los hombres; existe una brecha de género creciente en el acceso a los alimentos, y los grupos más desaventajados y vulnerables suelen estar compuestos de adolescentes, mujeres y niños que viven en familias pobres de zonas rurales, aunque también de zonas urbanas. Cuando se examinan en el contexto de la grave crisis económica mundial a consecuencia de la pandemia, estos datos tienen graves implicaciones para las mujeres de la pesca artesanal.
La mitad de las capturas pesqueras mundiales y d
EDITORIAL
Según el Informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2020 (Informe SOFI), publicado en julio, en medio del devastador impacto de la pandemia de la COVID-19, cada vez hay más personas con hambre en el mundo. El mayor riesgo de inseguridad alimentaria se da entre las personas con los niveles más bajos de ingresos y de educación, parados, enfermos, habitantes de zonas rurales, y separados o divorciados. El informe, que contiene las estadísticas más recientes y fiables sobre el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en el mundo, revela igualmente una preocupante dimensión de género en estos fenómenos: la inseguridad alimentaria moderada o grave es más frecuente entre las mujeres que los hombres; existe una brecha de género creciente en el acceso a los alimentos, y los grupos más desaventajados y vulnerables suelen estar compuestos de adolescentes, mujeres y niños que viven en familias pobres de zonas rurales, aunque también de zonas urbanas. Cuando se examinan en el contexto de la grave crisis económica mundial a consecuencia de la pandemia, estos datos tienen graves implicaciones para las mujeres de la pesca artesanal.
La mitad de las capturas pesqueras mundiales y dos terceras partes del pescado consumido por la población proceden de la pesca en pequeña escala. El sector proporciona empleo a tiempo completo o parcial a millones de personas, pero también oportunidades de pesca ocasional o estacional que representan un auténtico salvavidas para millones de personas indigentes en tiempos difíciles. Las mujeres, tan protagonistas de la pesca artesanal como los hombres, además de ganarse la vida con tareas de cosecha y poscosecha, cargan también con el grueso de los cuidados en el hogar. La presión de dar de comer a la familia en condiciones de lo más adverso, con ingresos mínimos, con difícil acceso a los alimentos, prolongan todavía más la jornada laboral de las mujeres pobres, y no extraña que su salud se resienta. Las mujeres y los niños están entre los grupos más vulnerables de las comunidades pesqueras, y el aumento de la inseguridad alimentaria provocado por la crisis económica derivada de la pandemia tendrá consecuencias alarmantes. Los artículos recogidos en este número son testimonio de ello.
En los últimos meses la pandemia ha alterado por completo las cadenas de suministro del pescado, profundizando las brechas y vulnerabilidades ya existentes en las comunidades pesqueras. Uno de los artículos sobre Indonesia señala que los ingresos de las actividades de cosecha y poscosecha se han esfumado, dejando a los pescadores en la estacada y añadiendo una preocupación más a las mujeres que deben arreglárselas para sobrevivir de un día para otro. El fuerte impacto económico ha obligado a algunas pescadoras ya jubiladas de Costa Rica a practicar la pesca de subsistencia. En México y en otros países el confinamiento forzoso ha traído consigo un aumento de la violencia contra las mujeres.
Al mismo tiempo las mujeres se organizan para responder a los nuevos desafíos. Una cooperativa del Caribe mexicano practica la venta a domicilio de pescado y marisco; otros han comenzado a cultivar huertos. En las riberas del río Negro, en la cuenca amazónica, una región con enormes carencias de servicios de salud en la que viven numerosas comunidades indígenas, redes como la Asociación de Comunidades Indígenas del Curso Medio del Río Negro (ACIMRN), a iniciativa de sus lideresas, reclaman al gobierno participar en la respuesta oficial a la COVID-19, para asegurarse de que ninguna comunidad pesquera queda fuera en la distribución de ayudas.
Como señala la representante de Pencum, de Senegal, es imperioso que los estados hagan llegar toda la ayuda posible a las comunidades pesqueras, especialmente a las mujeres y a otros grupos vulnerables a fin de mitigar las consecuencias de la doble crisis de la inseguridad alimentaria recrudecida por la epidemia de coronavirus. Además, Nicole Franz, de la FAO, nos recuerda que el papel de las directrices internacionales, como las desarrolladas por el Comité de Seguridad Alimentaria Mundial para construir un consenso internacional en torno a sistemas alimentarios más incluyentes, equitativos y sostenibles, no deja de cobrar importancia.