EDITORIAL
Construir de nuevo, construir mejor
La pandemia de COVID-19, al recordar el vínculo existente entre alimentación, salud, desarrollo sostenible y derechos humanos, brinda una oportunidad de construir major
Aunque nos congratulamos por la contribución de la pesca en pequeña escala a la seguridad alimentaria y la nutrición en un marco regido por los derechos, dentro de una campaña organizada por el CIAPA, no debemos olvidar el contexto de esta celebración. La pandemia mundial de neumonía aguda por coronavirus (SARS-CoV-2), más conocida como la COVID-19, ha centrado la luz de los focos en la enfermedad, la salud y la inmunidad. Ahí precisamente radica la importancia de la pesca como fuente de alimento en varios contextos y para varios actores de la cadena de valor de la pesca marina y continental.
Los artículos del presente número del Informe SAMUDRA, procedentes de diez países de África, Asia, Sudamérica y Oceanía, valoran el preocupante impacto sobre la pesca de la COVID-19, que, desde el inicio del brote en diciembre de 2019 hasta el 22 de septiembre de 2020, ha provocado más de 31 millones de contagios y casi un millón de muertes en todo el mundo. Los confinamientos y demás medidas de control de la pandemia también han alterado la...
EDITORIAL
Construir de nuevo, construir mejor
La pandemia de COVID-19, al recordar el vínculo existente entre alimentación, salud, desarrollo sostenible y derechos humanos, brinda una oportunidad de construir major
Aunque nos congratulamos por la contribución de la pesca en pequeña escala a la seguridad alimentaria y la nutrición en un marco regido por los derechos, dentro de una campaña organizada por el CIAPA, no debemos olvidar el contexto de esta celebración. La pandemia mundial de neumonía aguda por coronavirus (SARS-CoV-2), más conocida como la COVID-19, ha centrado la luz de los focos en la enfermedad, la salud y la inmunidad. Ahí precisamente radica la importancia de la pesca como fuente de alimento en varios contextos y para varios actores de la cadena de valor de la pesca marina y continental.
Los artículos del presente número del Informe SAMUDRA, procedentes de diez países de África, Asia, Sudamérica y Oceanía, valoran el preocupante impacto sobre la pesca de la COVID-19, que, desde el inicio del brote en diciembre de 2019 hasta el 22 de septiembre de 2020, ha provocado más de 31 millones de contagios y casi un millón de muertes en todo el mundo. Los confinamientos y demás medidas de control de la pandemia también han alterado la producción y comercio de alimentos en el sector pesquero.
Al principio, las pequeñas comunidades pesqueras de aguas costeras y continentales se libraron del virus, en gran medida. Brasil, sin embargo, fue la excepción. Los pueblos indígenas sufrieron el pleno embate de la epidemia, como muestra uno de los artículos de este número (p.15). En septiembre había 127 tribus indígenas afectadas, con 22.489 infectados y 646 muertos en la región amazónica, donde la población está bastante dispersa. Aunque la pesca, el marisqueo y el consumo de subsistencia no se alteraron demasiado, las operaciones comerciales de pesca quedaron fuertemente comprometidas por las restricciones a los desplazamientos de pescadores y pesqueros, así como en la oferta de los insumos necesarios para la actividad. Por si fuera poco, el cierre de mercados y restaurantes, amén de la disminución de la demanda, redujeron la pesca, especialmente en el mundo desarrollado.
El artículo sobre Nigeria (p. 49) señala que la escasa oferta de pescado fresco aumentó los precios de desembarque hasta niveles inasequibles para las mujeres que se dedican a la transformación. Las mujeres también han tenido que asumir cargas familiares adicionales, con las escuelas cerradas y el confinamiento domiciliario.
A medida que el virus empezaba a propagarse a las comunidades pesqueras locales, iba poniendo de relieve vulnerabilidades preexistentes, como el escaso acceso a servicios de diagnóstico y atención médica en zonas lejanas. Las medidas sanitarias, como el lavado de manos y el distanciamiento social, son difíciles de practicar en el hacinamiento de los espacios domésticos y laborales de numerosas comunidades pesqueras del mundo en desarrollo (aunque algunas remotas aldeas pesqueras de Indonesia lograron implantar medidas de confinamiento comunitario para detener la propagación del virus, ver p.4). Hasta ahora, la mayor parte de los gobiernos, en su empeño por contener la pandemia y evitar el colapso de las infraestructuras sanitarias, se muestran reacios a ampliar la cobertura de las redes de protección social, sobre todo en los países en desarrollo.
Para muchos ciudadanos de países en desarrollo, el pescado constituye la principal, y a menudo la única, fuente de proteínas animales y micronutrientes de su dieta diaria. Casi la mitad de la oferta mundial de pescado procede de la pesca artesanal, un subsector que genera un impresionante 90% de los puestos de trabajo del sector de la pesca marítima. El impacto de la COVID-19 destaca la importancia de integrar el derecho universal al alimento con los derechos específicos a la vida y a los medios de vida de las comunidades pesqueras, de acuerdo con la recomendación del Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación en 2012, consistente en entablar un “vínculo explícito entre el derecho a la alimentación y los derechos de los productores de alimentos a un acceso justo a recursos como la pesca y el agua”.
Con la extraordinaria persistencia de la COVID-19 resulta a todas luces imprescindible mejorar el acceso de los pescadores, los trabajadores de la pesca y sus familias a las infraestructuras de diagnóstico y atención médica. Si hubiera que imponer de nuevo medidas estrictas para el control de la pandemia, conviene mantener un equilibrio razonable entre prevención de la enfermedad y derechos humanos. Si se prohíbe faenar a los trabajadores de la pesca, se aplicarán medidas de protección social que incluyan a todos los trabajadores del sector. Las medidas deberán ser proporcionales a las importantes contribuciones sociales y económicas que realiza el sector.
Todavía no se vislumbra una recuperación después de la pandemia, así que es preciso ayudar a la pesca sostenible en pequeña escala, para que siga asegurando la alimentación de las poblaciones. Al mismo tiempo, deberían identificarse o desarrollarse mecanismos seguros de pesca y comercialización que propicien el acceso de los pescadores y trabajadores de la pesca artesanal a los recursos y los mercados. Conviene establecer protocolos y estándares sólidos para el sector pesquero, pensando en que probablemente los brotes de enfermedades zoonóticas serán más frecuentes en el futuro
La pandemia de COVID-19 representa un considerable escollo en la lucha mundial contra la pobreza y la inseguridad alimentaria. Sin embargo, ha servido para recordarnos la íntima conexión entre alimentación y salud, entre desarrollo sostenible y derechos humanos. ¿Podrá ser el COVID-19 una oportunidad, no solo para construir de nuevo, sino para construir mejor?