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SAMUDRA Report

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0973-1148
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julio
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2005
issue no:41
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Perú / PESQUERÍAS INDUSTRIALES
Al borde del colapso
La industria pesquera peruana está inmersa en una grave crisis financiera en la que los beneficios empresariales no cesan de menguar
Juan Carlos Sueiro (jcsueiro@cooperaccion.org.pe) del Consorcio Costero para el Desarrollo Sostenible, es el autor de este artículo
La actividad pesquera industrial peruana, dirigida principalmente al mercado externo, está socavando la sostenibilidad de las poblaciones de peces. Ello se debe, más que nada, al desorden que reina en la actividad extractiva orientada a la harina de pescado. La pesca industrial deteriora la biodiversidad marina, ya que casi todas las especies se utilizan de forma indiscriminada en la fabricación del mencionado producto.
Al mismo tiempo, también afecta a los pescadores artesanales, un importante sector social que vive en condiciones de pobreza. El grueso de los pescadores peruanos son artesanales y su subsector genera una mayor cantidad de empleos conexos que la pesca industrial.
La industria pesquera está inmersa en una grave crisis financiera y su sostenibilidad económica se tambalea. Las empresas ganan cada vez menos, de modo que pagan cada vez menos impuestos. Para ilustrar la falta de sostenibilidad de la pesca industrial basta con comprobar...
Perú / PESQUERÍAS INDUSTRIALES
Al borde del colapso
La industria pesquera peruana está inmersa en una grave crisis financiera en la que los beneficios empresariales no cesan de menguar
Juan Carlos Sueiro (jcsueiro@cooperaccion.org.pe) del Consorcio Costero para el Desarrollo Sostenible, es el autor de este artículo
La actividad pesquera industrial peruana, dirigida principalmente al mercado externo, está socavando la sostenibilidad de las poblaciones de peces. Ello se debe, más que nada, al desorden que reina en la actividad extractiva orientada a la harina de pescado. La pesca industrial deteriora la biodiversidad marina, ya que casi todas las especies se utilizan de forma indiscriminada en la fabricación del mencionado producto.
Al mismo tiempo, también afecta a los pescadores artesanales, un importante sector social que vive en condiciones de pobreza. El grueso de los pescadores peruanos son artesanales y su subsector genera una mayor cantidad de empleos conexos que la pesca industrial.
La industria pesquera está inmersa en una grave crisis financiera y su sostenibilidad económica se tambalea. Las empresas ganan cada vez menos, de modo que pagan cada vez menos impuestos. Para ilustrar la falta de sostenibilidad de la pesca industrial basta con comprobar cómo menguan las capturas en los puertos septentrionales de Piura, tradicionalmente los puntos de abastecimiento más importantes.
Las estadísticas revelan que los desembarcos de «otros puertos» les han tomado el testigo. No obstante, la verdad es que el pescado de «otros puertos» es de origen chileno. Su inclusión hace menos visible el agotamiento de los recursos peruanos de la mano de la pesca industrial y sus efectos derivados en las pesquerías artesanales y en el consumo de pescado. Efectivamente, si las estadísticas no recogieran el pescado chileno, el agotamiento del peruano saltaría a la vista.
En 2004 el pescado se situaba en segundo lugar en cuanto a la generación de divisas extranjeras gracias a la exportación. Supuso la entrada de 1.382 millones de USD, un aumento del 35% en comparación con el año anterior. Estas ganancias se derivan principalmente de la harina y aceite de pescado. El colapso de las pesquerías industriales peruanas perjudicaría seriamente las economías de ciudades costeras y también la nacional, puesto que estas pesquerías constituyen uno de sus elementos clave.
En las actividades extractivas (pesca, bosques y pastos naturales), la propiedad del recurso se determina en el momento de la extracción. En otras palabras, el mercado de por sí no puede reconocer el verdadero valor de los recursos colectivos y, como consecuencia, los adjudica de forma poco eficaz. Por ejemplo, el mercado no tiene en cuenta el valor económico y social que revisten los bosques vírgenes para las comunidades locales. Lo único que le interesa es el valor comercial de la actividad ligada a estos bosques. Esta percepción tan sesgada redunda en la inversión excesiva de capital en el sector extractivo, lo que a su vez aumenta el riesgo de sobreexplotación.
Éste es precisamente el fenómeno al que ha asistido la pesca industrial de Perú. Tras El Niño de 1998, la pesca industrial excesivamente capitalizada se desplomó. Los bancos tuvieron que intervenir para salvar el sector. Está claro que la reglamentación de la actividad pesquera es indispensable. Sin controles, la actividad extractiva dependería únicamente del tamaño de las poblaciones y de la eficacia en la pesca.
Existen dos tipos básicos de reglamentación pesquera:
• la biológica, que tiene como objetivo evitar la destrucción de la población de peces sujeta a la explotación pesquera, y
• la económica, que tiene como objetivo detener la carrera por el recurso pesquero y el exceso de inversión que genera, dos factores que ponen en riesgo la estabilidad de las poblaciones de peces.
Diversos instrumentos
En la reglamentación biológica se utilizan varios instrumentos. Su uso se describe más abajo, en el repaso de la gestión pesquera peruana de los últimos años.
Jorge Csirke, jefe del Servicio de Recursos Marinos de la FAO, ha elaborado un estudio acerca de la pesca de anchoveta en el que incluye un modelo agregado y a largo plazo de los flujos económicos derivados de la actividad, contrastándolo con la calidad de la reglamentación pesquera. El estudio revela una relación directamente proporcional entre los beneficios económicos y la calidad de la gestión de las pesquerías.
Numerosos agentes involucrados en la actividad pesquera peruana comparten la percepción de su desorden, puesto que todos pescan (casi) de todo a fin de abastecer la industria de harina de pescado. Sólo recientemente se ha establecido una norma legal que prevé por vez primera la suspensión de la pesca en el caso de que se detecten recursos costeros en las capturas industriales. Esperemos que esta norma se cumpla.
Por otro lado, además de la problemática de la harina de pescado, está la cuestión de la captura de merluza para su congelado. Esta especie demersal que se concentra en el norte, frente a Piura, es la principal responsable de la expansión de la actividad de congelado en los últimos años. Actualmente, vuelve a estar en crisis por sobrepesca.
El acceso a una determinada pesquería se regula por licencias. En 1991 Perú adoptó el sistema de «licencias de bodega», en cuyo marco se impone a la flota pesquera un límite total de captura para cada especie. No se puede emitir una nueva licencia para un barco antes de que se haya cancelado otra licencia con un volumen equivalente de capturas, de manera que se mantenga el límite total. Lo cierto es que han proliferado los métodos para evadir esta reglamentación, como la tramitación de permisos para jurel (u otras especies «subexplotadas») que se utilizan para pescar anchoveta y sardina, ubicadas más cerca de la costa. En el caso de la sardina esta práctica continuó hasta que la especie empezó a agotarse.
Poco antes de El Niño de 1998 se realizó un censo pesquero que puso de manifiesto la existencia de un importante número de embarcaciones sin permiso o con mayor capacidad de bodega que la declarada a las autoridades en el sistema de licencias. Pese a la importancia de estos hallazgos, en los seis años transcurridos desde entonces se ha hecho muy poco al respecto. La instalación de sistemas de refrigeración a bordo de las embarcaciones brindaría la posibilidad de reducir la capacidad de captura de los buques, puesto que limitan el espacio de las bodegas. Además, dichos sistemas mejorarían la calidad del pescado y evitarían la pérdida de empleo ligada a una posible reducción de la flota.
ltimamente, en Perú se ha desatado un debate sobre la llamada flota vikinga. Esta flota compuesta por pequeños cerqueros está intensificando su esfuerzo de pesca, a menudo dentro de las 5 millas de la zona pesquera artesanal. Sus capturas se destinan a la producción de harina de pescado, lo que redunda en el deterioro de los recursos costeros.
Desde la promulgación en 1992 de la zona de 5 millas para la pesca artesanal, en Perú se han ido sucediendo los conflictos, especialmente intensos con el advenimiento de El Niño de 1998. Este fenómeno se cebó especialmente en los caladeros de los pescadores artesanales. Valga el ejemplo del pejerrey, especie que ahora se captura en las aguas centrales de Perú para la producción de harina de pescado.
La efectividad del sistema de control por satélite para la gestión pesquera es actualmente objeto de una agria y activa discusión. Sin embargo, acaba de aprobarse el Programa de vigilancia y control de la pesca y desembarque en el ámbito marítimo. Esperemos que no se convierta en papel mojado. En el caso de la merluza se aplica un régimen de acceso a ciertas áreas de pesca (norte o sur de determinados paralelos de latitud) en función de las características del barco.
La Resolución Ministerial Nº 209-2001-PE de junio de 2001 establece las tallas mínimas por especies y la luz de malla mínima de las redes correspondientes. Asimismo, se sirve del tamaño del copo de la red para influir en la selectividad de la pesca. Cuanto menor sea el copo, menos posibilidades habrá de que los especímenes pequeños logren atravesarlo. La red más difundida es la anchovetera (1/2 pulgada de luz de malla). Es la que tiene el copo más pequeño. En la década de los ochenta las sardinas solían capturarse con anchoveteras, cuya luz de malla es una pulgada menor que la de la red de sardinas.
Los permisos en la pesquería de jurel emitidos desde la década de los noventa contemplan una luz de malla de 11/2" (la red de sardina). Cuando se trata de arrastreros, la apertura mínima de las redes para la pesca de jurel y caballa es de 3"; mucho mayor que la habitual en las redes de cerco con las que se capturan las mismas especies.
Con relación a las tallas mínimas, la misma resolución dispone un límite de 12 cm para la sardina y de 26 cm para la anchoveta. Sólo el 10% del volumen de las capturas puede estar compuesto por ejemplares más pequeños.
En el caso del jurel y la caballa, las tallas mínimas son de 31 y 32 cm respectivamente. Hasta el 30% de las capturas—uno de los índices de tolerancia más altos de las pesquerías peruanas—puede estar compuesto por ejemplares que no cumplen estos requisitos mínimos (es decir, por debajo de la talla mínima).
En octubre del 2001, la Resolución Ministerial 349-2001-PE, relativa a la anchoveta, derogaba la reglamentación de talla y luz de malla mínimas para la caballa y el jurel.
Esta medida se justificó por el hecho de que las condiciones biológicas marinas permitían la captura de juveniles. Asimismo, se pretendía mantener la derogación tanto tiempo como las citadas condiciones lo permitieran. El problema es que las condiciones como tales nunca se determinaron ni describieron en ninguna parte.
En enero de 2004 se denunció que las capturas de jurel de la zona de Chimbote contenían hasta el 80% de juveniles. El gobierno se limitó a decir que en la pesquería de caballa este fenómeno es inevitable. No obstante, en Perú la caballa no se captura con cerqueros (boliches). Además, varias voces advierten que la captura de juveniles afectará a las poblaciones.
En Perú el acceso a información pesquera supone un grave problema. Los informes del Ministerio de Producción (antes, Ministerio de Pesca) son o bien incompletos u obsoletos.
Ya casi no se divulgan datos sobre las capturas de pescado fresco. Pese a la escasez de información, gracias a testimonios de pescadores se sabe que las capturas de caballa y, en particular, jurel contienen juveniles en un porcentaje superior al permitido.
Ejemplares pequeños
Lo mismo ocurre con la merluza. Existe un requisito mínimo para las tallas; pero en la práctica las capturas presentan porcentajes de ejemplares pequeños superiores a los permitidos. Varias disposiciones legales que rigen la actividad pesquera se quedan en letra muerta.
El jurel es una especie altamente migratoria con una significativa área de distribución en el Pacífico. Esta circunstancia dificulta el cálculo de su biomasa, así como el cómputo y control de sus capturas. Aun así, el gobierno peruano cataloga el jurel como especie subexplotada y ha otorgado a un pesquero norcoreano una licencia de tres meses para pescarlo. El barco en cuestión puede procesar hasta 15 t de jurel por hora y almacenar un máximo de 2.000 t a bordo. La contrapartida económica que recibe el gobierno peruano es mínima: 10 USD por tonelaje de registro de la embarcación.
Las vedas (de unos tres días) se decretan durante los periodos de reproducción en verano y en primavera; cuando la fracción de capturas de juveniles excede el porcentaje permitido o si se agota la cuota global de captura. En el año 2002, durante un periodo de veda se permitieron actividades de pesca exploratoria y programas pesqueros provisionales con un balance de 3 millones de toneladas de capturas.
La eficacia de las actividades de control y vigilancia, que incluyen el seguimiento por satélite e inspecciones de los desembarcos, ha sido puesta en tela de juicio en diversas ocasiones. Si bien es cierto que un sistema de administración pesquera no puede descansar exclusivamente en el control y la sanción, es evidente que tampoco puede basarse en la impunidad de la trasgresión reiterada de las normas. Para la gran mayoría de los participantes en la pesquería, la impunidad es precisamente el rasgo distintivo del control y la vigilancia en el sector.
En Perú, al igual que en otros ecosistemas marinos, los ciclos biológicos en el largo plazo comprenden periodos de predominancia de anchoveta o de sardina que se van alternando. También hay patrones climáticos que se expresan en periodos fríos (La Vieja) y cálidos (El Viejo) de algunas décadas de duración. En ambos periodos se producen los fenómenos El Niño y La Niña, cuya ocurrencia periódica es más corta. El enfriamiento del clima favorece la presencia de la anchoveta (y otras especies pelágicas) y, por ende, capturas más abundantes de esta especie con un mayor porcentaje de juveniles. Por otro lado, todavía hay que analizar lo que se ha venido señalando en los últimos años sobre el comportamiento de la merluza, las decisiones dirigidas a regular su captura y la envergadura de la reciente crisis de esta pesquería.
Crisis financiera
El Fenómeno El Niño de 1998 desató una crisis financiera de enormes proporciones en la hipertrofiada (y endeudada) industria pesquera peruana. La situación también fue consecuencia de la crisis financiera asiática que derrumbó los precios de la harina de pescado. Fue entonces cuando varias empresas pesqueras pasaron al control de sus acreedores (principalmente bancos).
Según datos del Fondo de Protección de la Biomasa (comisión constituida en el seno del Ministerio de Pesca), a fecha del 31 de mayo de 1999 la deuda del sector ascendía a 1.885 millones de USD. En marzo de 2001 Asbanc la cifró en 1.300 millones de USD. Ya en marzo de 2003 el anterior presidente de la SNP anunció que la deuda era inferior a 1.000 millones de USD.
Aunque no se cuenta con información precisa, se cree que la reducción de la deuda obedece más a liquidaciones o capitalizaciones en beneficio de los bancos acreedores que a amortizaciones ejecutadas.
Otro tema crucial es el de los efectos adversos de la pesquería industrial en la pesquería artesanal. Dada la escasez de datos, es muy difícil ponderar esta situación. Sin embargo, gracias a la evidencia empírica, sí que se puede afirmar que las capturas de los pescadores de todo el litoral disminuyen de forma paulatina.
La importación de pescado (fresco y congelado) de Chile a Perú existe desde hace ya varios años y en los más recientes ha experimentado un fuerte crecimiento. La demanda de pescado barato (el chileno, que es más económico que el de otros países) está aumentando. La entrada de pescado chileno hace que en los mercados de pescado las reducciones de las capturas peruanas sean menos visibles.
La especie cuyos desembarcos frescos han registrado un mayor aumento es el jurel, que es también la principal importación de Chile (aunque también ingresan otras especies, lo que se puede comprobar fácilmente en los supermercados de Lima y en los mercados de abastos). El aumento del jurel es el factor que más impulsa el repunte que presentan las capturas.
Otra evidencia empírica tiene que ver con el pejerrey. Con anterioridad a El Niño de 1998 el pejerrey abundaba en el litoral central del país. Generaba numerosos puestos de trabajo en el eviscerado y formaba parte de la dieta cotidiana de las comunidades pesqueras. Según rezan las estadísticas oficiales, desde El Niño los «desembarcos» de pejerrey se han más que duplicado, pese a su notoria escasez en el litoral central. En Lima el cebiche popular, el de menor costo, se elabora con pejerrey. Es obvio que las capturas peruanas se complementan con pescado capturado en Chile.
El endurecimiento del control de las pesquerías de captura implicaría emplear únicamente anchoveta en la producción de harina de pescado y reestructurar los sistemas de supervisión y control. Igualmente, habría que hacer gala de mayor voluntad política para cuidar el recurso y no sucumbir a la avidez de beneficios a corto plazo. Si se mejorara el control de la pesca industrial (mediante el cumplimiento, entre otras medidas, de límites de especies y límites geográficos), la situación de la pesca artesanal también mejoraría.